Con avidez matinal, me asomé al
balcón de la ilusión para saber si ella había cumplido con su palabra. Y
efectivamente allí estaba, silenciosa e inmóvil, la nieve blanca se estaba dedicando
con una parsimoniosa tranquilidad a modelar todas las figuras que encontraba en
su bamboleante caída.
Absorto por el mágico espectáculo
que se plasmaba ante la retina, admiré inquieto todas las formas maravillosas
con las que adornaba el paisaje. Los tejados, antes ondulados eran ahora una
gruesa manta de sueños; los bancos acolchaban sus formas alentando a los
viandantes a proporcionarles un mejor descanso; la montaña adornaba su ladera
camuflando, entre enormes algodones, a sus fieles acompañantes, los arbustos ;
el marrón de los campos cedía temporalmente su color a la visitante, pues ésta
le aseguraba al marcharse, un verde esperanza; los tristes manantiales la
recibían con tanto cariño, que se fundían en un abrazo tan intenso, que la
convertían ya en agua; en esta estampa bucólica solo se oía un lamento, el de los
pinos, que se quejaban con el quebranto de sus ramas.
Los caminos habían desaparecido,
el valle uniformó todos sus campos y tan solo se notaba en esta blanca
igualdad, el paso de algunos animales que habían depositado su huella en el
níveo manto. ¡Cuanta razón tenían los “sabios meteorólogos locales”, que
pronostican grandes nevadas si la borrasca entraba por el Golfo de Cádiz!, esos
mismos que disfrutan contando, cuando estando el pueblo incomunicado por la
nieve, su único entretenimiento era cazar conejos furtivamente “siguiendo sus
rastros”.
Esto me hace reflexionar para
comprobar que actualmente, las borrascas entran todas desde el “Golfo de
Madrid”, cuyas “inclemencias económicas” legales sirven para “blanquear” a
todos los defraudadores y corruptos. Este maná de nieve que les cae del cielo,
solo trae bienes a sus ricos amigos y mientras tanto, el pueblo sigue esperando
aturdido mirando al infinito sin saber que hacer. También pienso en ese conejo,
que salió a “buscar comida y vivienda” para tener una mejor calidad de vida,
dejando su huella impresa en la nieve de los prestamos. Como la nevada fue más
grande de lo esperado, no pudo comer la hierba oculta y entonces vino el banquero-cazador, siguiendo
el rastro hasta su madriguera y metiendo el brazo lo cogió,… asido por las
orejas.