martes, 12 de marzo de 2013

LA NIEVE


                             

Con avidez matinal, me asomé al balcón de la ilusión para saber si ella había cumplido con su palabra. Y efectivamente allí estaba, silenciosa e inmóvil, la nieve blanca se estaba dedicando con una parsimoniosa tranquilidad a modelar todas las figuras que encontraba en su bamboleante caída.

Absorto por el mágico espectáculo que se plasmaba ante la retina, admiré inquieto todas las formas maravillosas con las que adornaba el paisaje. Los tejados, antes ondulados eran ahora una gruesa manta de sueños; los bancos acolchaban sus formas alentando a los viandantes a proporcionarles un mejor descanso; la montaña adornaba su ladera camuflando, entre enormes algodones, a sus fieles acompañantes, los arbustos ; el marrón de los campos cedía temporalmente su color a la visitante, pues ésta le aseguraba al marcharse, un verde esperanza; los tristes manantiales la recibían con tanto cariño, que se fundían en un abrazo tan intenso, que la convertían ya en agua; en esta estampa bucólica solo se oía un lamento, el de los pinos, que se quejaban con el quebranto de sus ramas.

Los caminos habían desaparecido, el valle uniformó todos sus campos y tan solo se notaba en esta blanca igualdad, el paso de algunos animales que habían depositado su huella en el níveo manto. ¡Cuanta razón tenían los “sabios meteorólogos locales”, que pronostican grandes nevadas si la borrasca entraba por el Golfo de Cádiz!, esos mismos que disfrutan contando, cuando estando el pueblo incomunicado por la nieve, su único entretenimiento era cazar conejos furtivamente “siguiendo sus rastros”.

Esto me hace reflexionar para comprobar que actualmente, las borrascas entran todas desde el “Golfo de Madrid”, cuyas “inclemencias económicas” legales sirven para “blanquear” a todos los defraudadores y corruptos. Este maná de nieve que les cae del cielo, solo trae bienes a sus ricos amigos y mientras tanto, el pueblo sigue esperando aturdido mirando al infinito sin saber que hacer. También pienso en ese conejo, que salió a “buscar comida y vivienda” para tener una mejor calidad de vida, dejando su huella impresa en la nieve de los prestamos. Como la nevada fue más grande de lo esperado, no pudo comer la hierba oculta  y entonces vino el banquero-cazador, siguiendo el rastro hasta su madriguera y metiendo el brazo lo cogió,… asido por las orejas.