Pisando la moqueta silenciosa del
cine, me fui andando hasta la butaca 21B, donde debía esperar el comienzo de la película, “Ocho apellidos
vascos”, que tanta fama ha conseguido.
Como no soy de risa fácil, como
soy muy exigente con el cine español, como la fama no me concede fiabilidad,
estaba un tanto expectante de lo que iba a ocurrir, después de que se apagasen
las luces y la vista se centrase en el amplio rectángulo de la pantalla.
Pero mis temores, o mejor mis dudas,
se vieron completamente disuadidos desde el comienzo con la gracia del
desparpajo andaluz, con el acierto irónico de los tópicos vascos y con el buen
hacer de los actores principales.
El desbordante éxito de esta
película, invita a reflexionar sobre los factores que han podido conducir a un
triunfo tan notable -y habitualmente escurridizo- para el frágil sector
cinematográfico español. “Ocho apellidos vascos” supera la subida del IVA
cultural, el impacto de Internet en el modelo tradicional de explotación, el
descenso constante del público en las salas, y hasta la indiferencia o
desprecio de una cantidad considerable de espectadores hacia el cine español.
Es en si misma, es una comedia
blanca basada en el choque de los arquetipos vascos y andaluces, mezclado con
el eficaz y eterno recurso, de la atracción romántica entre hombre y mujer. Pero
la puesta en valor en si misma o su mismo fin, es que somos capaces de poder
disfrutar de temas tan serios como “han sido”, el
problema del conflicto en el País Vasco, todo ello conseguido a través de unos diálogos dinámicos e ingeniosos, cuyo guión original ha obtenido un film con unos toques ácidos, pero esencialmente amables, que incluso remite a las películas de Paco Martínez Soria, tanto a nivel formal como de contenido, que tanto éxito obtuvieron y donde también se plasmaba de forma sarcástica, la personalidad del estereotipo, en este caso, del aragonés de a pie.
problema del conflicto en el País Vasco, todo ello conseguido a través de unos diálogos dinámicos e ingeniosos, cuyo guión original ha obtenido un film con unos toques ácidos, pero esencialmente amables, que incluso remite a las películas de Paco Martínez Soria, tanto a nivel formal como de contenido, que tanto éxito obtuvieron y donde también se plasmaba de forma sarcástica, la personalidad del estereotipo, en este caso, del aragonés de a pie.
Pero otro mensaje que también nos
trasmite, es que cada región española tiene sus propias creencias, tiene sus
propios mitos y tiene su propios tabús en contra de otras regiones, pero que un
vez conocidas las personas en su misma naturaleza interior, es fácil la
convivencia entre todos, siempre que sepamos respetar sus particularidades, además
nos dice, que no es necesario poner barreras donde no la hay, ni separatismos
que no conducen a “ningún puerto”,
porque: “To er mundo e güeno”, “guztiontzat ona
da”, “todo o mundo e bo”, “tothom es bó”.