lunes, 29 de octubre de 2012

EL CASCO ANTIGUO DE ALCAÑIZ

Alcañiz, 1930

Cuando visito una ciudad con aires de antigüedad, siempre busco en su mapa la zona del casco antiguo porque allí es donde la historia está aparcada. Recorriendo sus entramadas calles encuentras el aroma de tiempos pasados y cuando las atraviesas, vas imaginando como eran sus gentes, los sacrificios que debieron padecer para construir sus casas aprovechando al limite el terreno quebrado donde se asientan, como sería su vida diaria, observando desde la entrada con las puertas abiertas al herrero golpeando sobre su yunque, al alpargatero tejiendo las suelas, al cestero retorciendo el vimbre, y mientras te giras mirando los portales de casas de ricos hombres, te vas tropezando con las caballerías que tiradas por hombres humildes regresan sudorosas del campo.
Hace unos días estas sensaciones, las pude notar en una tranquila visita que hicimos con mi amigo Jorge Abril, por el casco antiguo de Alcañiz. Recorrimos esas angostas calles, donde los chicos todavía juegan alegremente, los coches aparcados parecen parte del edifico y sus gentes se giran al verte pasar. 
1º Premio Miradas del Bajo Aragon 2011. Raúl Múñoz

Juntos, fuimos apreciando todos los grandes valores patrimoniales que surgen a cada paso que das y analizando aquellos otros que están todavía escondidos en su interior. Vimos la misteriosa casa Ram, sus compañeras Maynar y Ardid, que muestran orgullosas el poder de su dueños, luego nos adentramos por calles donde la piel se rompe de sus fachadas u otras donde las puertas metálicas las han roto sin rubor, también llegamos hasta  las murallas que antes defendieron y ahora necesitan que las defendamos, avanzamos junto a hermosos edificios restaurados acertadamente por el ARI, nos encontramos con la sólida morada de la Inquisición, con la impronta de la religiosidad en numerosas capillas de hornacinas, nos cubrió la sombra en los callizos, la luz en sus plazas y la belleza de las flores de los balcones.
Esas casas que parecen sujetar el poder calatravo representado en su castillo, esas otras a las que da la espalda el concejo alcañizano y aquellas calles que suben mirando con fervor a la torre gótica de la iglesia, forman parte de un casco antiguo al que se le debe dar todo el apoyo posible para convertirlo definitivamente, en histórico.

HISTORIAS DEL BAJO ARAGON

jueves, 4 de octubre de 2012

LA BARRACA

El sonido del tambor retumbaba por las calles tristes del otoño, a cada golpe de palillo le acompasaba el sonido marino de la gran caracola, cuyo grave eco rebotaba contra las paredes de las casas anunciando a todo el pueblo que ya era la noche del 28 de septiembre, víspera de San Miguel y que se iban a subastar en el salón de La Cofradía las barracas del ayuntamiento.
Hasta allí llegaban todos los  vecinos avisados por el pregón, anhelantes  por seguir un año más éste típico ritual. Con espíritu solemne, el alguacil ya había colocado sobre una tabla tantas velas como barracas. Entones, empezaba la puja….
Esta práctica, se describe de manera magistral en una novela titulada “Grivas y tordos” que el ICBA recuperó y que había escrito en el año 1933 un maestro nacional natural de Aguaviva, llamado Juan José Mir. Esta “aconsejable” novela costumbrista, es una de las pocas que existen en Aragón y que nos relata de manera excepcional la vida diaria de las gentes de La Cañada de Verich a principios del siglo XX, pero que en si, es extrapolable a muchos pueblos del Bajo Aragón histórico.
En ella va plasmando esta forma de caza, ahora ilegal, donde el “barraquero” que estaba situado en una montaña alta y escondido entre matorrales, hacía sonar un “reclamo” al paso de las “grivas y tordos” que retornaban en octubre desde el norte hacía lugares más cálidos y al oír la tocata, se posaban en unos palos altos impregnados de un pegamento extraído del muerdazo llamado “bizco”.
El escribir sobre esta entrañable costumbre me doy cuenta que en tiempos pasados pero aún cercanos, hubo banqueros camuflados de “barraqueros” que con sus “melodías” de prestamos fáciles “cazaron” a muchos con la clara intención de llenar bien “el saco”. Luego, cuando llegó el “frío del norte”, la gente quiso regresar a tiempos más “cálidos” y se pararon ante el “reclamo” que con dulces sonidos hacían los políticos conservadores y que nos volvieron a meter en la oscuridad del “zurrón”.
Ahora, escarmentados por unos y otros “revoloteamos” por calles y plazas, donde siguen “cazando” de manera legal, a todos los que piden justicia e igualdad.
Espero que con la reflexión que da el tiempo, seamos capaces de quitarnos el “bizco” que nos han impregnado, para poder volar con libertad.