El
sonido del tambor retumbaba por las calles tristes del otoño, a cada golpe de
palillo le acompasaba el sonido marino de la gran caracola, cuyo grave eco
rebotaba contra las paredes de las casas anunciando a todo el pueblo que ya era
la noche del 28 de septiembre, víspera de San Miguel y que se iban a subastar
en el salón de La Cofradía las barracas del ayuntamiento.
Hasta
allí llegaban todos los vecinos avisados
por el pregón, anhelantes por seguir un
año más éste típico ritual. Con espíritu solemne, el alguacil ya había colocado
sobre una tabla tantas velas como barracas. Entones, empezaba la puja….
Esta
práctica, se describe de manera magistral en una novela titulada “Grivas y
tordos” que el ICBA recuperó y que había escrito en el año 1933 un maestro
nacional natural de Aguaviva, llamado Juan José Mir. Esta “aconsejable” novela
costumbrista, es una de las pocas que existen en Aragón y que nos relata de
manera excepcional la vida diaria de las gentes de La Cañada de Verich a
principios del siglo XX, pero que en si, es extrapolable a muchos pueblos del
Bajo Aragón histórico.
En
ella va plasmando esta forma de caza, ahora ilegal, donde el “barraquero” que
estaba situado en una montaña alta y escondido entre matorrales, hacía sonar un
“reclamo” al paso de las “grivas y tordos” que retornaban en octubre desde el
norte hacía lugares más cálidos y al oír la tocata, se posaban en unos palos
altos impregnados de un pegamento extraído del muerdazo llamado “bizco”.
El
escribir sobre esta entrañable costumbre me doy cuenta que en tiempos pasados
pero aún cercanos, hubo banqueros camuflados de “barraqueros” que con sus
“melodías” de prestamos fáciles “cazaron” a muchos con la clara intención de
llenar bien “el saco”. Luego, cuando llegó el “frío del norte”, la gente quiso
regresar a tiempos más “cálidos” y se pararon ante el “reclamo” que con dulces
sonidos hacían los políticos conservadores y que nos volvieron a meter en la
oscuridad del “zurrón”.
Ahora,
escarmentados por unos y otros “revoloteamos” por calles y plazas, donde siguen
“cazando” de manera legal, a todos los que piden justicia e igualdad.
Espero
que con la reflexión que da el tiempo, seamos capaces de quitarnos el “bizco” que
nos han impregnado, para poder volar con libertad.
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