jueves, 4 de octubre de 2012

LA BARRACA

El sonido del tambor retumbaba por las calles tristes del otoño, a cada golpe de palillo le acompasaba el sonido marino de la gran caracola, cuyo grave eco rebotaba contra las paredes de las casas anunciando a todo el pueblo que ya era la noche del 28 de septiembre, víspera de San Miguel y que se iban a subastar en el salón de La Cofradía las barracas del ayuntamiento.
Hasta allí llegaban todos los  vecinos avisados por el pregón, anhelantes  por seguir un año más éste típico ritual. Con espíritu solemne, el alguacil ya había colocado sobre una tabla tantas velas como barracas. Entones, empezaba la puja….
Esta práctica, se describe de manera magistral en una novela titulada “Grivas y tordos” que el ICBA recuperó y que había escrito en el año 1933 un maestro nacional natural de Aguaviva, llamado Juan José Mir. Esta “aconsejable” novela costumbrista, es una de las pocas que existen en Aragón y que nos relata de manera excepcional la vida diaria de las gentes de La Cañada de Verich a principios del siglo XX, pero que en si, es extrapolable a muchos pueblos del Bajo Aragón histórico.
En ella va plasmando esta forma de caza, ahora ilegal, donde el “barraquero” que estaba situado en una montaña alta y escondido entre matorrales, hacía sonar un “reclamo” al paso de las “grivas y tordos” que retornaban en octubre desde el norte hacía lugares más cálidos y al oír la tocata, se posaban en unos palos altos impregnados de un pegamento extraído del muerdazo llamado “bizco”.
El escribir sobre esta entrañable costumbre me doy cuenta que en tiempos pasados pero aún cercanos, hubo banqueros camuflados de “barraqueros” que con sus “melodías” de prestamos fáciles “cazaron” a muchos con la clara intención de llenar bien “el saco”. Luego, cuando llegó el “frío del norte”, la gente quiso regresar a tiempos más “cálidos” y se pararon ante el “reclamo” que con dulces sonidos hacían los políticos conservadores y que nos volvieron a meter en la oscuridad del “zurrón”.
Ahora, escarmentados por unos y otros “revoloteamos” por calles y plazas, donde siguen “cazando” de manera legal, a todos los que piden justicia e igualdad.
Espero que con la reflexión que da el tiempo, seamos capaces de quitarnos el “bizco” que nos han impregnado, para poder volar con libertad.


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