miércoles, 3 de abril de 2013

LA PROCESION VA POR DENTRO



El silencio de la muchedumbre retumbaba en los tímpanos, haciendo crecer la emoción de los sentidos. A cada sílaba muda que pronunciaban en la procesión, a unos les iba aportando más fe, a otros, admiración, los más, sentían que estaban viviendo y percibiendo algo sublime, algo mágico, algo que conmocionaba la mente, por el sencillo hecho del mutismo obligado de aquellos que iban marchando por la angosta calle en un respetuoso orden, tan solo roto por el eco lejano del enérgico redoble del tambor. Luego, apareció la
imagen del dolor cargada sobre los hombros del pueblo, la mortificación que sufrían sus porteadores embargó a todos los que la contemplaban, los cuales se solidarizaban con su esfuerzo, creyendo ver en aquel ánimo, una penitencia más que debe soportar la gente ante las dificultades de la vida diaria.

Al llegar a la plaza, el aroma de la montaña afloró ante la luz intensa de la luna, fue entonces cuando la multitud se paralizó, el denso silencio angustió sus gargantas y excitó sus ojos; solo el timbal se atrevió a  desafiar a todos para marcar el camino, haciendo que ellos se miraran y de la mutua contemplación, apareció el hechizo del amor maternal.

Ya nada podía hacer ella por él, solo le quedaba el recuerdo de los años vividos a su lado y de aquellos donde le seguía sus pasos, orgullosa de su lucha por los más humildes, de su capacidad para calmar las carestías de aquellos que tenían hambre, de educar a los más necesitados y de sanar a los que estaban enfermos.

Y ahora, ese génesis ilusionante que procuraba alcanzar la igualdad social lo han crucificado, con su declive ha vuelto inexorablemente el caudillismo, el yugo de los poderosos y la diferencia de clases, todo en aras del estandarte de la resurrección.

Con ello han favorecido que los mercaderes vuelvan al templo en forma de privatizaciones, que se confunda el lavado de pies de un político que sirve al pueblo con lavado de dinero del corrupto, que ya nadie crea en los milagros del desarrollo, que no se encuentre a un buen samaritano, que la cruz se la hayan dejado fija al pueblo.

Solo nos queda señalar en esta historia, aquellos que nos hacen sufrir este calvario, son esos mismos que negaron más de tres veces que lo conocían, los que se lavaron las manos, los que ya sabían “de sobre” quien los iba a entregar, porque el traidor era una vez más,…el tesorero.
 =


No hay comentarios:

Publicar un comentario