El
silencio de la muchedumbre retumbaba en los tímpanos, haciendo crecer la
emoción de los sentidos. A cada sílaba muda que pronunciaban en la procesión, a
unos les iba aportando más fe, a otros, admiración, los más, sentían que
estaban viviendo y percibiendo algo sublime, algo mágico, algo que conmocionaba
la mente, por el sencillo hecho del mutismo obligado de aquellos que iban marchando
por la angosta calle en un respetuoso orden, tan solo roto por el eco lejano
del enérgico redoble del tambor. Luego, apareció la
imagen del dolor cargada
sobre los hombros del pueblo, la mortificación que sufrían sus porteadores
embargó a todos los que la contemplaban, los cuales se solidarizaban con su
esfuerzo, creyendo ver en aquel ánimo, una penitencia más que debe soportar la
gente ante las dificultades de la vida diaria.
Al
llegar a la plaza, el aroma de la montaña afloró ante la luz intensa de la luna,
fue entonces cuando la multitud se paralizó, el denso silencio angustió sus
gargantas y excitó sus ojos; solo el timbal se atrevió a desafiar a todos para marcar el camino,
haciendo que ellos se miraran y de la mutua contemplación, apareció el hechizo
del amor maternal.
Ya
nada podía hacer ella por él, solo le quedaba el recuerdo de los años vividos a
su lado y de aquellos donde le seguía sus pasos, orgullosa de su lucha por los
más humildes, de su capacidad para calmar las carestías de aquellos que tenían
hambre, de educar a los más necesitados y de sanar a los que estaban enfermos.
Y
ahora, ese génesis ilusionante que procuraba alcanzar la igualdad social lo han
crucificado, con su declive ha vuelto inexorablemente el caudillismo, el yugo de
los poderosos y la diferencia de clases, todo en aras del estandarte de la
resurrección.
Solo
nos queda señalar en esta historia, aquellos que nos hacen sufrir este
calvario, son esos mismos que negaron más de tres veces que lo conocían, los que se
lavaron las manos, los que ya sabían “de sobre” quien los iba a entregar,
porque el traidor era una vez más,…el tesorero.
=
No hay comentarios:
Publicar un comentario