martes, 4 de junio de 2013

HACIA EL BAJO ARAGON





Delante de mi mirada anhelante, diviso en la lontananza, una emergente chimenea de la que emana una línea de humo que sesga el cielo, indicándome que la dirección hacía el Este en la que circula mi coche es la correcta. En la aceleración que motiva el regreso, voy observando a través del cristal de la expectación, como van pasando raudos los campos ahora muy verdes, con la esperanza de vislumbrar cuanto antes la espesura de los árboles, que parecen decir: “ya estás llegando a la tierra del Bajo Aragón”.
Entonces veo en el reflejo del agua tranquila de la Estanca, posada a los pies del tambor que no suena, como se desliza hacía el fondo la imagen de nuestra historia, simbolizada por el castillo de Alcañiz. Ya estoy en esa tierra labrada con la impronta de las Ordenes Militares de Calatrava y de San Juan, cuyos surcos son visibles en todos sus pueblos; estoy en esta tierra, forjada a través de duras batallas por buscar su propia libertad; libertad que florece en sus olivos, sus almendros y sus melocotoneros, que amamantan sus campos con aguas de vida de un río llamado Guadalope, que es madre de otros. Unos ríos sinuosos que se abren paso a través de audaces montañas, que son serviles del todopoderoso Maestrazgo, y por donde pasean desinhibidas, entre la frondosidad de sus bosques, la belleza, la sensibilidad y la armonía.


Esta noble naturaleza convive de manera equilibrada con la naturaleza de sus gentes; personas  de carácter generoso, personas trabajadoras, personas sencillas, pero sobre todo, buenas y afables personas.

Pero en este marco incomparable, la vida sigue avanzando ahora a golpe de bombo: preocupada por el negro futuro del carbón, inquieta porque ya no ruge el motor de la construcción, desilusionada por la falta de infraestructuras, movilizada contra los recortes y risueña ante el Lapao.

Pero ante tantas dificultades, siempre aparece la “persona”, que de manera individual o colectiva hace primar su ingenio, su capacidad, su inquietud y su esfuerzo, para seguir avanzando en el desarrollo social de la cultura, del deporte o del tejido empresarial. Por todo ello, es muy loable que se concedan unos premios anuales a los mejores bajoaragoneses en esos ámbitos.

Vaya por delante mi enhorabuena particular a todos los seleccionados, para que su ejemplo redunde en el ánimo de todos aquellos que esperan un futuro mejor. 

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