lunes, 21 de enero de 2013

LA CLASE POLITICA




Durante  los pasados días navideños donde la solidaridad, la ilusión, la alegría y la esperanza se hacen por costumbre hueco en nuestro ánimo, se aparcó entre las bambalinas de la memoria, las tinieblas angustiosas de la problemática social que nos toca sufrir, aunque inexorablemente aparecía sin ser invitada en todos los banquetes y como brindis para despedirla en todas las celebraciones.

Y ahora inmersos en este mes de enero donde el frío de la vida diaria te hace detenerte delante del espejo de la realidad, comprobamos que nos devuelve las imágenes de siempre. Una de ellas es el perfil que se tiene de la clase política y que de nuevo ha saltado a la palestra con el caso “Pallerols” que afecta a Unió Democrática de Catalunya,  con los correos del caso Urdangarín que salpica a la casa real, en los dos casos nadie se da por aludido, uno no dimite y al otro se le hace una dulce entrevista y ahora el señor Bárcenas, que siguiendo la doctrina de su partido ha conseguido privatizar la empresa de financiación del PP . Es más de lo mismo, por ello no es de extrañar que un 95 % de los españoles siga creyendo que la corrupción política es muy alta.

Para mejorar esta imagen se debe hacer una renovación en profundidad de los propios partidos políticos. La renovación de los cargos, la modernización de ideas, que hasta ahora se hacen a través de los “congresos”, hay que modificarlo sustancialmente, pues actualmente es algo totalmente anquilosado, obsoleto y en algunos conceptos roza lo antidemocrático.

Desde el PSOE, en vista de sus propios errores, parece que se están dando cuenta de estos hechos que demanda desde hace mucho tiempo las bases del partido. Por ello, se va impulsar un proceso de debate y renovación programática en el que no solo se quiere que participen los militantes, si no que sea abierto para el resto de la sociedad.

Esperemos que estas buenas intenciones se plasmen en realidades, para que la socialdemocracia nos haga volver a la senda del desarrollo político-económico-social y que además sirva para olvidarnos de la “clase” que tiene la clase política, volviendo a creer en los honrados órganos representativos del pueblo.


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