Erase una vez un país gobernado por un caballero oscuro de triste figura
que deambulaba orgulloso por su reino quitando la alegría a sus súbditos. A
esta labor le ayudaban sus ministros que le iban informando donde había gente feliz
y él, en su lúgubre prepotencia, dictaba leyes para eliminar todo aquello que
producía bienestar.
El pueblo cada vez estaba más afligido, se percibía en su mirada triste,
en su alma angustiada, en su decadente expresión, fiel reflejo de la impotencia
y en sus tranquilos actos, marcados por una apacible rebeldía. Y llegó el invierno, donde la oscuridad se
come la luz de la debilidad, y con él la Navidad. Allí sentado sobre el
escritorio del pensamiento, alguien pidió a la carta de los buenos deseos que
su juntasen todos los genios de la imaginación para ayudarles.
Cuando se recibió la misiva en el aura de la fantasía, se convocó a
todos en el castillo de la Concordia. Hasta allí llegó desde los países
nórdicos, papa Noel; de Centro Europa, San Nicolás; de Oriente, los Reyes
Magos, como asesores estaban los elfos, los duendes y los pajes, y por último
vino el “esperado” Kris Kringle desde Alemania.
La expectación que levantó el evento fue máxima, vinieron periodistas de
todo el mundo, el acto se retransmitía por internet y los comentarios de cada
asistente se colgaban en su twitter. Las propuestas surgían en el interior en un
ambiente de ensueño, y mientras en el
exterior, John Lennon interpretaba la canción de “Imagine”.
La primera conclusión a la que llegaron fue que todos ellos podían
aportar magia, ilusión y esperanza, pero que las necesidades humanas eran
mayores, por lo que decidieron solicitar ayuda al Cielo.
Desde allí les mandaron a Charles Chaplin, que aportó alegría, a Gandhi
que trajo la paz, a la madre Teresa de Calcuta que envió el amor, a Einstein
que aportó futuro, también vino Henry
Ford que dio puestos de trabajo, Miguel Angel, ofreció la belleza, Edison puso
la creatividad y Sigmund Freud ayudó a la comprensión.
El manifiesto final lo redactó Charles
Dickens y fue enviado al gobierno con la obligación de que aplicasen el
memorándum. Las indicaciones fueron tan buenas que pronto la alegría llamó a la puerta de la
sonrisa, la voz silenció al grito y la felicidad se puso tan de moda, que se
vaciaron todos los almacenes de los sueños.
FELIZ AÑO 2013
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