El objetivo principal dentro de los compromisos
sociales de la democracia durante la Segunda República fue, el de la educación.
Pues se quiso crear un estado docente que condujese la cultura y la enseñanza a
todos los lugares del país, para formar una sociedad, más libre, ecuánime, justa
y solidaria.
En este gran proyecto, intervinieron de manera
decidida las que llamamos “las maestras de la República”, porque fueron su
baluarte, ya que participaron de forma comprometida y valiente en el desarrollo
de este ideal. Representaban el modelo de mujeres modernas e independientes.
Ellas serían las responsables, en
buena medida, de la construcción y difusión
de la nueva identidad ciudadana, al educar a su alumnado en los valores de
igualdad, libertad y solidaridad, tanto a través de la transmisión en los
contenidos en las aulas, como sobre todo, con su ejemplo personal.
Fueron mujeres comprometidas con la igualdad
social y de género, además eran conscientes, de que con todos los pasos que
daban, eran para trazar una hoja de ruta por la cual otras transitarían. Con sus
grandes deseos por avanzar y desarrollar un discurso propio en el ámbito de la
educación, se embarcaron en los viajes de estudios, ocuparon puestos de
dirección en los colegios y formaron parte de organizaciones sindicales,
políticas y asociaciones feministas y ciudadanas. Fueron pioneras en procesos
de innovación y practicas pedagógicas, que abrían las aulas a una metodología
activa y participativa. Derribaron los muros que separaban a los alumnos y
alumnas, proponiendo prácticas de relación que les permitiera compartir
intereses y conocimientos.
Este plan quedo interrumpido con la guerra civil,
con la terrible depuración ejercida por el bando vencedor, sobre un magisterio
comprometido con estos hermosos ideales. En las maestras, la represión fue
especialmente terrorífica, al intentar acabar física y simbólicamente, con los
valores de igualdad y autonomía que ellas representaban.