Si hay motivos culturales que se
reconocen en la ciudad de Alcañiz, serían por antonomasia: su devoción a la Semana
Santa, su afición por el deporte del motor y la ilusión por tener un masico.
Al masico, se le podría definir
en primer lugar como algo especial y particular, porque cada familia lo va
construyendo en función de sus necesidades, en función de sus posibilidades y
en función del lugar donde se encuentra.
Un masico, supone la libertad, porque
le otorga a sus dueños la posibilidad de salir del cemento y enmascararse a
solas con la naturaleza; un masico, añade valor a la calidad de vida de sus
propietarios,
porque se entregan y saben disfrutar de él en sus ratos de ocio o en su jubilación; un masico, se ama porque se crea y modela según la personalidad de sus dueños.
porque se entregan y saben disfrutar de él en sus ratos de ocio o en su jubilación; un masico, se ama porque se crea y modela según la personalidad de sus dueños.
Los podemos encontrar de toda
clase de arquitectura, desde urbana, rustica, modernista o aquellos “que están
a mitad de hacer”. Los hay, que rinden culto a los olivos, otros se inclinan
sobre el rio, están los que abrigan a sus caballos y otros que se ocultan sobre
las cepas, pero la mayoría se asientan junto al frescor del huerto.
Hace unos días, tuve el
privilegio de ir a uno de ellos, donde su valla de entrada siempre está
abierta, como aviso de lo que dentro te van entregan, que no es otra cosa, que
la apertura de su amistad. Allí, lo primero que te encuentras al llegar es la
belleza de una enorme palmera, que nos enseña en su contemplación, como a un
tronco fuerte, se van sujetando sobre su espalda todas las ramas que ha producido,
como diciéndonos a los que en su cobijo estábamos, que lo importante en la vida,
es la fortaleza de todo aquello que es sólido y está consolidado, como es la
familia o como puede ser el Estado. Porque sobre una fuerte base, como su
tronco, junto a una unión, como la de sus ramas, es más fácil salir de las
dificultades y siempre será un buen lugar, donde todos se puedan cobijar
solidariamente.
Después, en el fragor de la
comida, donde la unión y el deseo se hacen uno, se debatió, como si de tertulia
televisiva se tratase, los resultados poselectorales. En el primero plato salió
el entremés de moda con Podemos y le siguió la situación en que se sitúan los
dos partidos mayoritarios.
Pero la conclusión del debate nos
la ofreció Mari, cuando nos puso el segundo plato, ¡nada menos que ternasco con
patatas a lo pobre!, cocinado en el horno de leña que le hizo Joaquín en el
masico. Entonces se dictaminó que, la vida política debe ser siempre como este
suculento plato: donde el ternasco, debe ser el gobierno, que siendo el más
“rico”, tiene que saber dar todos sus recursos a las pobres patatas, que son en
este caso, el pueblo, para entregarles a ellos todo lo que necesitan y hacerlas
más sabrosas y soberanas, que la propia carne.
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