Los amigos quedamos todos los días cuando el frescor de la
mañana hace su recorrido de vuelta, entonces seguimos su halo avanzando de
manera rápida orientados por los senderos que recorren la montaña. La
conversación entre todos se hace ágil desde el principio, sirve para despertar
el cuerpo al nuevo día, incluso para hacer una terapia de grupo donde cada uno
expresa entre suspiros de sobrealiento lo que quiere compartir, los comentarios de la nueva ruta aparecen a
cada instante valorando la dureza de la misma, alguno ralentiza su marcha
parando a coger el fruto de las moras que denota que el verano ya está pasando
de largo; luego, el que menos camina, a mitad de la cuesta lanza con la voz
entrecortada un grito desesperado, que sirve para que el guía aminore la
marcha, éste se para al llegar a la cumbre y allí cumple una doble finalidad,
esperar al amigo que llega jadeante y animarle mostrándole el maravilloso
paisaje que se abre delante de sus ojos con las magníficas vistas de las
montañas del Maestrazgo.
Estos caminos que discurren por las entrañas de nuestros
pinares, son un valor patrimonial inigualable, al que estamos obligados a
prestarle toda la atención que merecen, ya que ellos nos enseñan a lo largo de
sus laberínticos trazados, una visión de nuestro territorio increíblemente cercana,
mostrándonos el potencial paisajístico
que tenemos; además los senderos nos descubren a ambos lados de la calzada, el
modo de vida de las masías, con esos campos ahora cubiertos de pinos, las
balsas vacías por la sequía y también la fauna que aparece por sorpresa al paso
de los caminantes.
Los senderos que transitaban los labradores de antaño, son
ahora una forma de compartir, sentir, y disfrutar a los que nos gusta andar, a
los que van en bici o montan a caballo y que sirven tanto para los que tenemos
la suerte de vivir en esta tierra, como para todos aquellos que vienen hacer
turismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario