La ansiedad
hacía estancia en mi estómago, produciendo un dolor placentero, debido a que
sabía que faltaba poco para el comienzo de las fiestas del pueblo. Entonces oí el
ruido de las banderetas bamboleando al aire, los chavales inquietos en busca de
un lugar para hacer la peña, vi a las mujeres haciendo acopio de comida, los
hombres organizando la compra de bebidas, el dueño del bar apilando las cajas
de cerveza, el representante montando el escenario y los de la comisión,
ultimando los preparativos.
Todo estaba
ya dispuesto para que al llegar la noche comenzase la verbena en la plaza. Allí
estaban sentados, en primera fila, las personas mayores escuchando el primer pasodoble,
mientras veían aparecer todas la peñas locales ataviadas con camisetas de
distintos colores, cada una portadora de un nombre de lo más dispar, eso sí,
intentando buscar en el rótulo, una palabra original que llame la atención, y
que a la vez fuese señal de identidad de la cuadrilla de amigos. Ahí estaba el
“Muslo suave”,
del que comentan que han venido pocos a la fiesta, “pero buenos”, le siguen “Viva Zapata”, amantes del buen comer, del tequila y por supuesto de las rancheras. Luego dijeron, que era raro no ver por la plaza a los “Petisuis”, pero al final llegaron, justificándose que estaban acostando a los niños. Junto al banco “Los calvos” se encontraban tranquilos viendo el baile desde la barrera y “La fartallá” que honraron a su nombre antes, durante y después de la fiesta, pero los que más animaban el baile eran los jóvenes del “Descontrol”, esperando que llegasen al final sus hermanos mayores de ”Los remolcaos” y “Dañaka”.
del que comentan que han venido pocos a la fiesta, “pero buenos”, le siguen “Viva Zapata”, amantes del buen comer, del tequila y por supuesto de las rancheras. Luego dijeron, que era raro no ver por la plaza a los “Petisuis”, pero al final llegaron, justificándose que estaban acostando a los niños. Junto al banco “Los calvos” se encontraban tranquilos viendo el baile desde la barrera y “La fartallá” que honraron a su nombre antes, durante y después de la fiesta, pero los que más animaban el baile eran los jóvenes del “Descontrol”, esperando que llegasen al final sus hermanos mayores de ”Los remolcaos” y “Dañaka”.
La rueda de
la fiesta siguió girando durante tres días según el orden establecido por la
tradición. Una tradición basada en la religiosidad y que ahora es,
mayoritariamente, la justificación de una fiesta cada vez más pagana. Los valores
de la gente han cambiado, la ronda por las calles ya no se canta, cada vez son
menos los que van en la procesión, los balcones no se engalanan y el vermut no
se hace; por el contrario son muchos los que duermen todo el día y demasiados, los
visitantes que amparados en la nocturnidad, abren sus bocas sedientas ante los
maleteros de los coches convertidos en auténticos almacenes de bebida.
Aún con
todo, las fiestas locales siguen siendo una buena terapia para escapar de los
problemas diarios, pero una vez acabadas, no debemos olvidarnos de seguir
interpretando la última canción de las verbenas del grupo “Mago de Oz” que dice:
“ponte en pie, alza el puño y ven,…”, y que con tanta fuerza baila todo el
pueblo, la misma con la que debemos seguir luchando por recuperar los derechos
que nos han arrebatado.
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