Recuerdo, que en la escuela, una
de las materias que nos enseñaban era, los autores clásicos de la novela
española. Cuando el maestro las explicaba, una de las obras que a todos nos
llamaba mucho la atención era, “El Lazarillo de Tormes”. En cuanto comenzaba la lectura del libro,
todos los pequeños atendíamos absortos a los relatos que nos iba narrando de la
vida de éste pícaro, que tuvo que desarrollarla entre el ciego, el clérigo, el
bulero o el hidalgo, entre otros y las argucias que utilizó para sobrevivir.
Este pícaro o los picaros, son
personas ladinas y sagaces, que viven al margen de los códigos de la honra y del
honor; su aspiración es mejorar su condición social y para ello, recurren a su
astucia y a procedimientos ilícitos como el engaño, la estafa o el fraude, para
conseguir sus fines.
Lamentablemente, en su tiempo de
juventud, muchos escolares debieron aprender bien esta lección y al hacerse
mayores, vieron las posibilidades que había de ganar dinero fácil, instalándose
en la política
española. Estos nuevos pícaros, han conseguido con el paso del
tiempo, hacer a sus homólogos del siglo XVI: ingenuos, cándidos o incautos,
comparados con los nuevos sátrapas, pillos, bribones, granujas o tunantes, que
hoy, vestidos con traje y corbata de las mejores marcas, han saqueado las arcas
públicas, sin ningún tipo de miramiento. Incluso, algunos de ellos, han tenido
la osadía de dar lecciones de moralidad en conferencias, debates y tertulias.
¡Es increíble¡ la cara dura de
estos personajes.
Y mientras tanto, el gobierno del
PP, no sabe, no contesta, no quiere debatir, y no contento con todo ello, a sus
excompañeros condenados, como el “pícaro” Jaume Matas, le concede un tercer
grado penitenciario, sacándolo de la cárcel.
¡Alucinante!.
Con todo ello, “Podemos” encontrarnos,
con estos nuevos pícaros de “nueva generación” que con sus argumentos
solidarios, sus planteamientos económicos indefinidos, sus “picardias”
mediáticas y amparados, en la ceguera que aparenta tener y las bulas que
concede el Partido Popular, lleguen a conseguir sus tan ansiados fines
políticos.
Aunque luego nos puede ocurrir
como al ciego, que confiando en el Lazarillo para atravesar el río, nos
conduzcan a golpearnos contundentemente con el “poste de la realidad”, para
posteriormente, abandonarnos en la penuria, por no poder cumplir con sus
propuestas.